Desmañados y altos como nuestro silencio, caminamos buscando donde estar, donde existir. Caminamos con la actitud del pastor trashumante que agrega sus cabras al vacío y libera su alma al universo.
Sentado en la inquietud, escribo.
Estamos solos a merced del viento mientras vemos arder la aldea en el fondo de un valle verde claro.
Sentado en la inquietud, escribo.
Estamos solos a merced del viento mientras vemos arder la aldea en el fondo de un valle verde claro.
(De Ius solis (Diario del Kurdistán)
Gavrí Akhenazi.
Por tus ojos me miran las heridas
que no se cierran nunca, del ayer,
la esquirla de mortero vagabunda
del hombro al pectoral,
las gotas transparentes de la lluvia
que lavaba la sangre de las manos,
tu expresión de mártir silencioso
encajando mandíbulas.
Me mira el amarillo de las flores
que escribiste en el aire de un cabello
y hasta el asilvestrado golpe de buen amor
que regalaste a otro moribundo
que no tenía puños para darlo.
Por tus ojos me miran los errores
por los que se perdieron tantas vidas,
la impotencia de ser un hombre sólo
en crisis
en terror
en desenlace.
Me miran las montañas, los arroyos,
las huellas partisanas del dolor
sobre los pedregales de una historia
que no se cuenta a nadie, pero existe.
Me está mirando, incluso, por tus ojos
- como un rumor sin pájaros-
la culpabilidad de seguir vivo,
y no puedo impedir que sus silencios
encuentren el camino hasta mi boca
y me hagan añicos la garganta.
Toda la carne de cañón del mundo
me ha mirado esta noche por tus ojos.
que no se cierran nunca, del ayer,
la esquirla de mortero vagabunda
del hombro al pectoral,
las gotas transparentes de la lluvia
que lavaba la sangre de las manos,
tu expresión de mártir silencioso
encajando mandíbulas.
Me mira el amarillo de las flores
que escribiste en el aire de un cabello
y hasta el asilvestrado golpe de buen amor
que regalaste a otro moribundo
que no tenía puños para darlo.
Por tus ojos me miran los errores
por los que se perdieron tantas vidas,
la impotencia de ser un hombre sólo
en crisis
en terror
en desenlace.
Me miran las montañas, los arroyos,
las huellas partisanas del dolor
sobre los pedregales de una historia
que no se cuenta a nadie, pero existe.
Me está mirando, incluso, por tus ojos
- como un rumor sin pájaros-
la culpabilidad de seguir vivo,
y no puedo impedir que sus silencios
encuentren el camino hasta mi boca
y me hagan añicos la garganta.
Toda la carne de cañón del mundo
me ha mirado esta noche por tus ojos.
Fascinante poesía, la desesperación y la atroz existencia bélica, un desmayo de la humanidad, tan cruel que hiere como la herida de un cañón.
ResponderEliminarAbrazo.
Akhenazi es tan gráfico, tan realista contando la vida, Dario, que terminas viendo por sus ojos lo que no te hubiera pasado nunca por la imaginación.
EliminarLa belleza del horror, el horror de la belleza.
El poema intenta aproximarse a ese concepto.
Me alegra que te gustara, porteño.
Abrazo.
Namasté.
excelente poema... ojalá y se acabe la guerra.
ResponderEliminarsaludos
carlos
No lo verán tus ojos, Carlos, ni los míos.
EliminarGracias por la opinión.
Namasté.
TANTA VIOLENCIA PASIVA... tANTO DESEO...
ResponderEliminarSaludos-----
Bienvenido, Mario.
EliminarNo digo yo que los pasivos no ejerzan violencia de alguna manera, pero en este caso la violencia es activa a más no poder. Sólo los muertos dejan de matar.
Nos estamos viendo.
Namásté.
Los ojos de la violencia y el sinsentido, los ojos de la humanidad. Ya da miedo mirarse al espejo, quizá estemos todos contaminados, nuestros ojos como bocas de fusiles. Un abrazo
ResponderEliminarLa realidad más dura de la humanidad, a través de los ojos de un hombre, Amando.
EliminarY claro que estamos todos contaminados y manipulados, diría yo, para ver exclusivamente lo que quieren que veamos, pero de vez en cuando, alguien guarda la vida escribiéndola y da testimonio.
Ojos para ver.
Un abrazo.
Namasté.
Hay miradas capaces de mirar el más allá, la presencia venturosa de la luz con el silencio en paro, la patria del amor y su deseo, lo ciego en la penumbra que amanece en la gloria de un beso.
ResponderEliminarPero nunca unos ojos fueron tan esposos de un escriba de la guerra sangrándose de paz...
Cosas de las almas gemelas, supongo.
Bellísimo, Mor.
Beso.
Qué sensibilidad hermosa la tuya, Manu.
EliminarY bueno, ya sabes tú de sobra que los ojos de ese escriba de la guerra son únicos para contarla.
Gracias por la emoción, querido.
Namasté.
¡Sencillamente soberbio!
ResponderEliminarCuánta sensibilidad para describir lo que no queremos ver ante la excusa de que no nos dejan verlo. Esto no interesa que tenga un final feliz.
Saludos
El mérito es de él, a través de sus ojos es que veo todo eso y mucho más, porque son especiales mirando el mundo.
EliminarY no, en la realidad hay pocos finales felices, Mó, hay que ser muy ciegos o muy indiferentes al dolor ajeno. La felicidad siempre es efímera.
Me alegra que te gustara.
Un abrazo.
Namasté.