No me puedes dañar,
pasó el tiempo del daño para tí.
Mi silencio es un muro que no saltarás nunca
mi indiferencia un terraplén de hielo
por el que se despeñan tus prejuicios.
En el preciso instante de su muerte,
te maté en lo profundo
te maté para siempre.
Nunca cantas victoria.
Yo por mi parte uno las palmas en una plegaria extraña... porque no quiero llegar allí, pero sí a un allí que se parezca en cierto sentido. Así que, nada, pego una palma a la otra y rezo al mundo.
ResponderEliminar¡Otro abrazo, Morg! ^_^
Yo no rezo nunca, tengo un extraño pudor a la hora de pedir, me resulta casi obsceno habiendo lo que hay en el mundo, pedirle nada a Dios, como comer delante de muertos de hambre, algo así.
EliminarIgual enciendo velas de colores y prendo sahumerios al espíritu de Gaia.
Bésote, Dark.
Una determinación fuerte , una poesía dura y directa, me gusta. Un abrazo Morgana, siempre un gusto leerte poeta.
ResponderEliminarMuchas gracias Lyliam, me alegra gustarte.
EliminarA mí me gustas tú, tu optimismo, y tu nariz quemada por el sol. (ríome).
Un abrazo.
Muy prolífica. Interesante.
ResponderEliminarSí, desvariando soy prolífica. Que sea interesante ya es otra cuestión.
EliminarGracias por venir, Kovacs, te buscaré.
Y aún así es un grito desesperado.
ResponderEliminarEs la constatación de un asesinato, Angie.
EliminarSólo el olvido mata.
Gracias por venir, guapa.
¿Se podría decir que hay paz?
ResponderEliminaro el poema no es poema, sino exorcismo...
¿Tal vez pequeña crueldad cuyo látigo de indiferencia se dota?
Estupendo sitio.
EliminarLlámale X (ríome)
Cruel sí, claro, comme il faut con ciertas (porque es ella) especímenes.
Una no sólo mata hombres, sino que de vez en cuando mata a una mujer, aunque lo primero es mucho más divertido.
Me alegra que te guste el sitio.
Gracias por venir Jotapunto.