Aún estoy a tiempo de mirar hacia atrás
y empecinada
sólo miro adelante.
A través de su acuático visillo
la lluvia de cobalto
impide que adivine la estructura
de un futuro que espera
ultranuboso
a que llegue encorvada a sus umbrales
por el peso de un siglo de fantasmas
y es que ignora mi espíritu de hereje
la enorme rebeldía que me crece en la boca
y me pinta los labios con el rojo de su amoralidad.
El olor a disturbio de tu sombra
ocupándolo todo
me mantiene sujeta a este verano tórrido
de higueras verdiazules madurando
malicias en las lenguas.
Tus ojos en mis ojos
mientras la carne habla su idioma de temblores
y las piernas sujetan el placer a las ingles
entrelazando impulsos.
Ni el antes ni el después
dan señales de vida
en esta alcoba atemporal
que
ahora
se amotina en gemidos.
Huele a tierra mojada tras la lluvia
de tu amor en el mío.
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