Digamos que hace falta mucha insatisfacción
y un conato de ira taladrando las sienes
para escribir un verso que merezca la pena
y yo me estoy volviendo oscura decepción,
displicente y ecléctica transeúnte de andenes
cementerio de trenes con flores de gangrena.
No hay dinero que compre mi dolor de mujer
pero ya no lo muestro con dos copas de más
ni enseño cicatrices de antiguos abordajes.
Asumo consecuente que cada anochecer
tiene su oculto éxtasis y disfruto quizás
de la autenticidad de un tiempo sin blindajes.
No persigo la luna y come de mi mano,
no manipulo mentes de amantes doloridos
ni levito en crepúsculos de furibundas místicas.
Digamos que me observo lejana, en otro plano,
espectadora escéptica de versos descreídos
que dislocan rutinas, sin ansias crematísticas.
Comentarios
Publicar un comentario