Y si yo le dijera que en Agosto
soy una fruta abierta y desgajada
servida como cotidiano postre
en la mesa de un tedio literario
que no quita la sed a boca alguna...
¿Seguiría fingiéndome el asombro?
Me muerden desde dentro
antes de estar madura
y por eso acidulo las papilas
de cualquier lengua dulce
y acabo ensombreciendo
los ojos que me miran atrevidos
y torciendo las bocas sonrientes
en un gesto de clara repelencia.
No sé que es ser mujer
ni me interesa.
Yo no soy coherente ni sensata
ni soy recomendable
para que un hombre pierda por quererme
sus alas transitivas.
Quizás pueda jugar a desearme
por el placer de verse reflejado
en mi papel de insomnio
como un rito caliente, que no todos,
se atreven a oficiar
porque me temen.
Y no por ser mujer
(yo no sé lo que es eso)
sino porque una sombra
no baja ante los hombres la mirada.
Espero que la amnesia no le ataque
antes que a mí la histeria por no serle.
Sus manos, señor mío, son de agua
y el calor infinito.
Comentarios
Publicar un comentario