Quién me salva de mí.
Quién toma mi silencio de la mano
y me lleva a la cumbre de los solos
para esperar conmigo en la desesperanza.
Quién calla porque entiende
el corazón secreto de la melancolía
y aletea en mis pechos
como un enjambre místico de insectos alienados
por el aroma a histeria que desprenden.
Quién frena la impaciencia
y asume, pecador, que sigo viva,
sin conocerme aún lo suficiente
ni intuir lo escondido en mi memoria de aire.
Quién pone el cascabel al gato de un futuro
que no quiere avisar de su llegada
por violarme así, desprevenida
de todos los sigilos.
Quién oye mi Babel
sin temer a su amnésico cuchillo
y suelta su neblí sobre la noche
sólo para mis ojos.
Quién me salva de mí
y de mi nombre.
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