Mientras tu voz me pisa los talones,
tu mano
que escabulle ternura
me perfuma de ausencia la memoria
de lo que pudo ser pero no fue.
Debo cortarme el pelo que ha crecido contigo
en el desangramiento de los días
y se me ha vuelto agreste y desmadrado
como un nido de cuervos
en disputa
por una presa muerta.
La muerte nunca llega
en estas estaciones dolorosas
que no terminan de acabarse nunca,
donde la carcajada es el prozac
que evita los suicidios.
Te apuesto lo que quieras
a que me moriré cuando el disturbio
vomitando indolencia
baje todas sus armas y tu mano
por fin haya aprendido la caricia
que nunca te enseñé.
¿Y qué?
Nadie dirá te amo
con tantos alfileres clavados en el llanto.
Yo tampoco
Comentarios
Publicar un comentario