Se me perdió el amor sobre una cama,
me lo dejé tirado como un chal que se olvida
y se recuerda sólo cuando el frío reclama
su calor por los hombros de la vida.
Desechando aspavientos melindrosos,
me acostumbré a temblar sin su seda crujiente.
No me cegaron más sus destellos luctuosos
ni su revuelo me enturbió la mente.
Se me olvidó el amor, su olor, su tacto,
en el momento exacto
de pisar el asfalto de charol.
Nada me hizo volver a buscar su cobijo,
fue la calle acertijo
que esplendió ante mis ojos con el sol.
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