Deja de preguntarme qué escribo.
Qué te importa lo que pueda escribir
si a la tercera frase
pones cara de atónita y el gesto conmiserativo
de quien ha de tratar con una loca
ininteligible, sí,
de las que cortan el hielo con los dientes.
Venga ya, qué más da lo que escriba
si no te va a servir para tomar
con el té de las cinco.
No me hago la mistérica, descuida,
es que me aburre mucho tu fingido interés.
Dale, pinta un cuadro.
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