Si te acorralo al sol
y te quito la cáscara como a una fruta dulce,
hasta que estés expuesto en el desnudo,
totalmente desnudo
y totalmente frágil,
acurrucado y cauto en tu pudor,
vas a querer matarme,
y yo sonreiré mientras te quedas
acumulando ira para hacerlo.
No creas que no sé que ocurrirá
lo que suele ocurrir en estos casos,
cuando la tentación es la cosquilla
que acalambra la voz en la garganta
si no terminas por caer en ella,
y tú estás demasiado repartido
como para esperar que yo te abra
las puertas de un balcón desprejuiciado,
hasta el que subiría más de una
a cortarme de un tajo la osadía,
si se lo permitiera.
La madrugada, hoy, me está llegando al cuello,
mientras sigo esperando un imposible.
Mi noche de Walpurgis ha perdido el perfume,
mas conserva los ojos vigilantes.
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