del músculo agotado por el trajín del tedio.
Hasta que la garganta se cierre de rutina
y se esconda la voz en el envés del tiempo.
Hasta que se me caigan los palos del sombrajo
que levanté por ti, y el sol pegue de lleno
sobre la arquitectura de tu libre albedrío,
quemando la maleza de mi jardín de invierno.
Hasta que la esperanza se me rompa a pedazos,
y deje de esperar con fe los movimientos
de tus largos viajes sobre mi estratosfera
y los míos astrales al hueco de tu pecho.
Hasta que el corazón se me convierta en piedra
y no surja la lágrima ni la pasión ni el miedo.
Hasta que no te culpe del golpe y la caricia
y ya no sea garante de tu oscuro secreto.
Hasta que tus relojes coincidan con los míos
y todos los segundos que marquen sean nuestros.
Hasta que el mar se olvide de escupir olas mansas
que nunca serán aptas para surfistas diestros.
Hasta que no me arroje desde mi propio asombro
y no te eche de menos con la piel y los huesos....
pasará todo aquello que tenga que pasar,
pero no la locura con que te estoy queriendo.
Es lo que tiene estar cuando te marchas,
que me da por hablar de perra a perro.
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