Te cambio el corazón por un tequila
para beber de un trago como un beso
y lo puedes tirar cuando en tu boca
se acabe de su sangre el borboteo.
Date el gusto, cariño, sé romántico,
vampiriza la magia del encuentro,
que no sirve de nada un corazón
si no goza en tus dientes su tormento.
Sigues siendo un salvaje empecinado
en volarme la tapa de los sesos
con el kalashnikov del desamparo
que se te engatilló sobre mi aliento,
fiel a la isla amarga que elegiste
en tu particular Peloponeso.
Invítame a un tequila y te regalo
para el adiós un vale de descuento,
mi bola de cristal para el destino
y para la nostalgia algún misterio.
Cuando ebria y desnuda me disponga
a entregarte el desorden de mi cuerpo,
no te alteres si ves que no hay futuro
ni camino en la curva de mis pechos,
consuélate sabiendo que te quise
como una mujer mala a un hombre bueno,
y bébete conmigo lo que quede
de la botella de los sentimientos.
Una vez se vacíe de esperanza
puedes tirarla al mar de los recuerdos.
Mañana la resaca y el olvido
llegarán de la mano hasta tu lecho,
y yo seré una más, una de tantas
que en la almohada te desgranan versos.
Luego me marcharé con otro loco
que esté sin corazón y al descubierto,
con uno como yo que a la palabra
jamás le ponga precio
y que sin corazón me reconozca
palpándome en silencio,
como la oscuridad reconoce a la noche,
como un ciego a otro ciego.
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