Dónde escondes el brillo
cuando cruzas
las calles convertido en muchedumbre.
Con qué disfraz de gato pardo eludes
las miradas ajenas, sus balas asesinas,
para que no descubran
la luz que te desborda el ojo moro.
No me lo explico. Es tanto
el esplendor antiguo de tu boca
y estás tan fisurado, tan roto y transparente,
que el fulgor se te escapa por todas las hendijas
y cualquiera con ojos lo percibe.
Si alguna vez te olvido,
si por ceguera un día no sintiera
en la retina el brillo de tu aura,
su fuerza golpeando en mis cristales,
no te andes con rodeos y dispara.
Dispara al corazón.
De volarme la mente, te descuidas,
que ya me encargo yo.
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