La carne de ángel sabe a tiempo muerto
llaga la lengua y quema la garganta
pero crea adicción y una vez que la pruebas
rechazas cualquier otra
y hasta olvidas que un día
esas carnalidades saciaron tu apetito.
El ángel regenera sus miembros mutilados
como si sólo fuera un cuerpo místico,
así que te subyuga dejándote comer
hasta el hartazgo,
su vasto continente de amargo contenido.
Porque un ángel no es una perita en dulce
y cuanto más masticas su potencia,
más esclava te vuelves de su imperio,
(sobre todo si son Dominaciones)
hay que tener muy claro
que comer carne angélica
es una alternativa de alto riesgo
para las terrenales como yo
que no quieren perder contacto con la piedra.
Sólo las alas tienen prohibidas al colmillo
porque sin movimiento desfallecen,
y aún así, hubo una vez un ángel
que se arrancó las suyas de altos vuelos
para mi boca activa de angelófaga.
El síndrome de abstinencia es un salto al vacío
donde te falta el aire
y malvives soñando con oxígeno
como un enfisemático doliente.
Toda tú
hambre infinita
sin arrepentimiento.
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