He de aislarme de mí
si pretendo escribir y que nazca el poema
pero tendría al fin que levantarme
y no quiero salir de entre las sábanas
ni que la lluvia, obsesa, me pudra las articulaciones
de este verano inútil
en el que no hubo mar sellador de fisuras,
ni nadie me ha mirado con los ojos
de la perplejidad.
La quimio tiene tantos efectos secundarios
como pueda tener el desamor
y te sientes extraña
una de esas mujeres que no se reconocen en el espejo
cuando observan sus labios desubicados por el bótox.
Yo no me siento yo en este magma de espinas
en que me he convertido
devorada de excéntricos picores.
No quiero estar conmigo ni acordarme de mí
quiero estar sola, realmente sola
y olvidarme del infecto prurito
que se empeña en hacerle compañía
a estas ganas irreprimibles
de vomitar el vacío interior.
Pienso que va a pasar y hasta me petrifico
como el waterproof rimmel que me pongo de día
para que no se corra con las lágrimas.
Mientras tanto
me desollo la piel con las uñas pintaditas de índigo.
Ellas sí están felices
de servir para algo.
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