Venga, despiértame, que aún dormida
me siento atravesada por un rejón de celos
y me mana, insustancial, la sangre
de la mordacidad
cuando aprieto los dientes del poema.
Dale, despiértame de una lúcida vez
que el sueño es un glaciar que se derrite
y va anegando todas las palabras
con que te voy pensando en el vacío.
Mejor despierta cuando cruja el aire
y se abra la tierra bajo el pie de una vida
usurpadora
contra la que no puedo competir
si me volatilizo entre las sábanas.
Mejor puesta de pie que levitando,
y con todas las luces encendidas
como hirvientes luciérnagas
para ver que te alejas tras los párpados
del más perfecto olvido,
y volver otra vez
porque me extrañas.
me siento atravesada por un rejón de celos
y me mana, insustancial, la sangre
de la mordacidad
cuando aprieto los dientes del poema.
Dale, despiértame de una lúcida vez
que el sueño es un glaciar que se derrite
y va anegando todas las palabras
con que te voy pensando en el vacío.
Mejor despierta cuando cruja el aire
y se abra la tierra bajo el pie de una vida
usurpadora
contra la que no puedo competir
si me volatilizo entre las sábanas.
Mejor puesta de pie que levitando,
y con todas las luces encendidas
como hirvientes luciérnagas
para ver que te alejas tras los párpados
del más perfecto olvido,
y volver otra vez
porque me extrañas.
Puedo elegir
dónde empieza la rabia
a desmayar su grito de distancia arrogante,
dejando en la garganta una hendidura,
o escribir un poema para un hombre
que se ha dejado atrás
dónde empieza la rabia
a desmayar su grito de distancia arrogante,
dejando en la garganta una hendidura,
o escribir un poema para un hombre
que se ha dejado atrás
un lupanar de orquídeas petulantes y bellísimas
que le echan de menos desesperadamente,
y rozar con mi voz su madrugada
porque sienta el temblor de los vocablos
y deje de pensar que algo en ti falla
si te observa llorar ante el cristal.
Puedo elegir el odio
y revolverme en él como una bruja
preñada de sarcasmo.
(Razones no me iban a faltar//ya te vas a dar cuenta)
Pero esta noche fría de sábado invernal,
he optado por mirarte ahí sentado,
sereno y penumbroso
rodeado de puertas muy azules,
sudando por los poros de la letra
todo el calor abrasador del día
y reencarnado en ti, una vez más,
tras la última muerte.
Elijo amar tu mano mutilada
que no ha dejado un día de acariciar mis ojos,
la ceniza y la llama de tu boca,
y hasta el golpe de gracia de tu risa violenta.
Puedo elegir y elijo
porque puedo.
que le echan de menos desesperadamente,
y rozar con mi voz su madrugada
porque sienta el temblor de los vocablos
y deje de pensar que algo en ti falla
si te observa llorar ante el cristal.
Puedo elegir el odio
y revolverme en él como una bruja
preñada de sarcasmo.
(Razones no me iban a faltar//ya te vas a dar cuenta)
Pero esta noche fría de sábado invernal,
he optado por mirarte ahí sentado,
sereno y penumbroso
rodeado de puertas muy azules,
sudando por los poros de la letra
todo el calor abrasador del día
y reencarnado en ti, una vez más,
tras la última muerte.
Elijo amar tu mano mutilada
que no ha dejado un día de acariciar mis ojos,
la ceniza y la llama de tu boca,
y hasta el golpe de gracia de tu risa violenta.
Puedo elegir y elijo
porque puedo.
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