Puto mar
El mar sí - yo no -
es quien puede lamer tu última inocencia
en un ataque de sal
a la altura de tus sombras.
Debajo del sol y siempre a distancia
la polimetría de mi placer,
sacándose las astillas del pasado
y doliéndose, claro, en tu memoria
como si fuese ley lo insencillo.
No sé aquello que decido ignorar,
y parecés estar en las dos veredas
más allá de los colores,
llenando de nafta los instantes
con un cerillo en tus labios de tigra
como si fuese fácil el oficio
de ser de nuevo única.
Por mi parte
De repente vengo con sed incluida
- como vienen los guepardos
con dos lágrimas en la mirada –,
y por eso me atrae el corte
que ofrece la que danza sobre el filo de su prescindencia.
O tengo tan chico el corazón
que si lo rompen ni lo noto.
En sin embargo,
así como vivo de espaldas al Territorio
así te fui y voy palpitando, amoral,
en lo siguiente del tiempo.
(Silvio M.A. Rodríguez Carrillo)
La última inocencia
Qué no daría yo por la inocencia última
-esa que me concedes generoso-
y poder recrear de nuevo el tiempo
de un hombre como tú sobre mi sombra.
Los que son como tú nunca existieron,
no tenían tus ojos de dobles intenciones
ni eyaculaban vicios por la boca
ni eran peligrosos en la entrega.
No preñaban mujeres a distancia
con esa suavidad de terciopelo oscuro
y ni una sola vez cayeron en la cuenta
de mi falta de fe en sus palabras.
Qué no daría yo por merecer rimando
tu escarnio, tu dolor, tu voz, tu lengua,
tu sexo de cristal, tus dualidades,
tus traumas de niñez, tu arborescencia,
tu madurez brillante, tu espejismo,
tus ganas de bailar sobre mi letra,
tu viril desenfado, tu locura
sobre las carcajadas de las hienas.
Qué no daría yo por no ser la que soy,
la infiel sin un propósito de enmienda.
El mar, tú sabes, va de victimario
y es una bestia indócil si me besa,
y se amansa a mis pies de motu proprio
como si se rindiera a mi evidencia.
El mar es como un hombre que sin carne
me llena de carnal concupiscencia
y es mi instinto acuático el que manda
si he de ponerle un nombre a su inclemencia.
El mar es un amante
que sabe de antemano mi trágica respuesta.
-esa que me concedes generoso-
y poder recrear de nuevo el tiempo
de un hombre como tú sobre mi sombra.
Los que son como tú nunca existieron,
no tenían tus ojos de dobles intenciones
ni eyaculaban vicios por la boca
ni eran peligrosos en la entrega.
No preñaban mujeres a distancia
con esa suavidad de terciopelo oscuro
y ni una sola vez cayeron en la cuenta
de mi falta de fe en sus palabras.
Qué no daría yo por merecer rimando
tu escarnio, tu dolor, tu voz, tu lengua,
tu sexo de cristal, tus dualidades,
tus traumas de niñez, tu arborescencia,
tu madurez brillante, tu espejismo,
tus ganas de bailar sobre mi letra,
tu viril desenfado, tu locura
sobre las carcajadas de las hienas.
Qué no daría yo por no ser la que soy,
la infiel sin un propósito de enmienda.
El mar, tú sabes, va de victimario
y es una bestia indócil si me besa,
y se amansa a mis pies de motu proprio
como si se rindiera a mi evidencia.
El mar es como un hombre que sin carne
me llena de carnal concupiscencia
y es mi instinto acuático el que manda
si he de ponerle un nombre a su inclemencia.
El mar es un amante
que sabe de antemano mi trágica respuesta.
(Morgana de Palacios)
Despedida
¿Y si es que nos fuimos dando
en el antes del mañana?
¿No querías vos columnas
silentes antes que hazañas?
¿Quería yo ser de aquella
que se confunda en mis caras?
Yo siempre fui a por la reina
ir de partir, y si manda
abrirme camino recio
entre la pobre manada
- que no tuve compañía
elevando sus bobadas -,
también de serle celoso
como quien pretende diana,
en esa su cosa oscura
que ilumina la mañana
del resentido quebrado
presintiendo alguna falda.
entonces vos, al medio de mis soles,
con un mar sobre el hombro que me araña
las cosas que no dicen las piedritas
lamidas por un mar de poca laya.
Vos, noche de tigrísimo esperar
rumiando mis certezas infundadas,
por mirarme llegar a tu inflamado
pie de rima brutal, a pura llama.
Chino y puro parágua, cosas mías
como ser de tu sed excomulgada
un algo frente al agua que me quiere
rostro a tierra y sin nada que me evada
desto de pretenderte entre mis brazos
y te sientas por mí rica y mimada.
(Silvio M.A. Rodríguez Carrillo)
Caminito del alma
A ti no hay quien te fuerce a la batalla,
mas si entras en combate, nunca cejas.
Hay algo en ti que crea realidades,
que no se desvirtúa ni acompleja,
algo que no conoce la derrota
ni cuando está en el ring contra las cuerdas.
Es tu propia emoción la que persigues
entregado al disturbio en que me piensas,
tu libertad mental el objetivo
más allá de mi imagen de leyenda
con la que templas armas cada noche
y seduces los ojos que envenenas.
Hace estragos tu cara y después tú
-infatigablemente resiliencia-
saltarás presuroso mi cadáver
el día que me quede sin respuestas,
porque a lomos del potro del amor
se me hayan partido las espuelas.
Contigo he de blandir todas las armas
en el idioma ardiente de la épica.
Nada en mi te incitara a la conquista
si en lugar de agresiva fuera tierna
y doblegara el gesto y la cintura
ante la marabunta de tu letra,
que no sabe Lilith por ser demonio
lo que sabe Morgana por ser hembra.
Tú disfrutas de mí el acicate,
yo disfruto azuzando tu potencia
y es en el cuerpo a cuerpo de los verbos
donde sube el montante de la apuesta.
Y cada vez más yo sobre tu historia,
y cada vez más tú sobre mi greda.
Caminito del alma, niño mío,
horadando penumbras, va tu lengua.
mas si entras en combate, nunca cejas.
Hay algo en ti que crea realidades,
que no se desvirtúa ni acompleja,
algo que no conoce la derrota
ni cuando está en el ring contra las cuerdas.
Es tu propia emoción la que persigues
entregado al disturbio en que me piensas,
tu libertad mental el objetivo
más allá de mi imagen de leyenda
con la que templas armas cada noche
y seduces los ojos que envenenas.
Hace estragos tu cara y después tú
-infatigablemente resiliencia-
saltarás presuroso mi cadáver
el día que me quede sin respuestas,
porque a lomos del potro del amor
se me hayan partido las espuelas.
Contigo he de blandir todas las armas
en el idioma ardiente de la épica.
Nada en mi te incitara a la conquista
si en lugar de agresiva fuera tierna
y doblegara el gesto y la cintura
ante la marabunta de tu letra,
que no sabe Lilith por ser demonio
lo que sabe Morgana por ser hembra.
Tú disfrutas de mí el acicate,
yo disfruto azuzando tu potencia
y es en el cuerpo a cuerpo de los verbos
donde sube el montante de la apuesta.
Y cada vez más yo sobre tu historia,
y cada vez más tú sobre mi greda.
Caminito del alma, niño mío,
horadando penumbras, va tu lengua.
(Morgana de Palacios)
(Noviembre 2.011)
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