Sé que podría hacerlo.
Podría porque es fácil
meter sexta y huir de lo que me repele cuando miro
por el ojo violeta de mi última amatista,
y entrar en la tertulia de lo etéreo.
Podría unirme al coro de malditas
con mis obras completas
y la desilusión como estandarte.
El cómo es lo de menos
-siempre hay formas-
pero el porqué no es nunca suficiente,
salvo que el egoísmo de ser tú
-en exclusiva tú-
rompiera cualquier lazo con la tierra,
que allá se las apañe con sus contradicciones
y sus poetas únicos
y con su paradoja de dolor sublimado
y con sus ideales opiáceos.
Podría cualquier tarde
en la que Plath o Sexton o Pizarnik o Teasdale o Storni
-mientras hago un sprint bajo la ducha-
me hablan del vacío existencial
con un frufrú de seda en la palabra
y la mirada vacua y el sarcófago
flotando inercialmente sobre el tiempo,
y casi me convencen
de que el mayor error es seguir viva
matándote por otros.
Ninguna derrotó al Arcángel del Tedio
ni sedujo a sus dioses de papel
ni mató sus demonios interiores.
Yo tampoco.
Estar cuerda no siempre resulta ventajoso
porque duele el espíritu y acaba resentido,
pero soy algo más que el aura negra
de mi farsa poética.
Podría porque es fácil
meter sexta y huir de lo que me repele cuando miro
por el ojo violeta de mi última amatista,
y entrar en la tertulia de lo etéreo.
Podría unirme al coro de malditas
con mis obras completas
y la desilusión como estandarte.
El cómo es lo de menos
-siempre hay formas-
pero el porqué no es nunca suficiente,
salvo que el egoísmo de ser tú
-en exclusiva tú-
rompiera cualquier lazo con la tierra,
que allá se las apañe con sus contradicciones
y sus poetas únicos
y con su paradoja de dolor sublimado
y con sus ideales opiáceos.
Podría cualquier tarde
en la que Plath o Sexton o Pizarnik o Teasdale o Storni
-mientras hago un sprint bajo la ducha-
me hablan del vacío existencial
con un frufrú de seda en la palabra
y la mirada vacua y el sarcófago
flotando inercialmente sobre el tiempo,
y casi me convencen
de que el mayor error es seguir viva
matándote por otros.
Ninguna derrotó al Arcángel del Tedio
ni sedujo a sus dioses de papel
ni mató sus demonios interiores.
Yo tampoco.
Estar cuerda no siempre resulta ventajoso
porque duele el espíritu y acaba resentido,
pero soy algo más que el aura negra
de mi farsa poética.
Yo soy mi rebeldía.
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