Para quererle a él hay que olvidarse
de los hombres de pan y mermelada,
con la sonrisa gris de la rutina.
Hay que romper el fiel de la balanza
y dejar que el dolor desborde el plato
y penetre en la mente
como la sosa caústica en los huesos,
por blanquear sepulcros memoriales.
Hay que empezar de cero,
e ir sumando zarpazos
para la cuenta atrás del raciocinio,
y entrar en la espiral de violencia
que crean sus dos ojos, cuando absorben
de frente la tragedia de la vida.
Hay que dejar los besos en barbecho
en un campo de hipótesis sensuales,
hacer de la inclemencia el hábitat nocturno
y amanecer colgada de un clavo de ternura.
Hay que aprender a seducir las balas
con carne enamorada de su brillo
y a ver, gata nictálope,
en el sótano oscuro de la culpa.
Hay que entender de códigos viriles
que el mundo ha desechado
y de mapas almáticos repletos
de extrañas cicatrices surreales,
para ser ferozmente inmaculada
virgen de tierra virgen
y acaparar su hombría en un poema,
porque la realidad tiene siempre dos bocas
y es de la diferencia que se nutren.
Para quererle a él,
hay que quererse
y acariciarse a solas con su nombre.
Hay que reconocerse
y ser mitad mujer y mitad hombre.
de los hombres de pan y mermelada,
con la sonrisa gris de la rutina.
Hay que romper el fiel de la balanza
y dejar que el dolor desborde el plato
y penetre en la mente
como la sosa caústica en los huesos,
por blanquear sepulcros memoriales.
Hay que empezar de cero,
e ir sumando zarpazos
para la cuenta atrás del raciocinio,
y entrar en la espiral de violencia
que crean sus dos ojos, cuando absorben
de frente la tragedia de la vida.
Hay que dejar los besos en barbecho
en un campo de hipótesis sensuales,
hacer de la inclemencia el hábitat nocturno
y amanecer colgada de un clavo de ternura.
Hay que aprender a seducir las balas
con carne enamorada de su brillo
y a ver, gata nictálope,
en el sótano oscuro de la culpa.
Hay que entender de códigos viriles
que el mundo ha desechado
y de mapas almáticos repletos
de extrañas cicatrices surreales,
para ser ferozmente inmaculada
virgen de tierra virgen
y acaparar su hombría en un poema,
porque la realidad tiene siempre dos bocas
y es de la diferencia que se nutren.
Para quererle a él,
hay que quererse
y acariciarse a solas con su nombre.
Hay que reconocerse
y ser mitad mujer y mitad hombre.
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