Yo no acaricio nunca
a quien no me seduce desde la inteligencia
por mucho que me coma de la mano.
a quien no me seduce desde la inteligencia
por mucho que me coma de la mano.
Soy lo más parecido a un negro altar
de obsidiana poética
donde se inmolan muchos
y muy pocos
provocan el asombro que la mueve
-acostumbrada al golpe-
en clave de caricia.
No soy caritativa
porque nunca viví de caridad ajena,
ni siquiera en los tiempos de hambre irreversible.
Nunca tuve un maestro que indicara la senda
ni amante-hermano-amigo
que me dijera: esto es poesía,
detente y mírala desprejuiciada
revuélcate desnuda en su lodo lumínico
deja que te penetre por todas las ranuras de la carne
y te preñe de hijos monstruosos.
Asume que no es gozo lo que puede ofrecerte
sino un viaje largo hacia ti misma
el más largo de todos
el más hondo y abismático
el único sin meta.
Ni le admito ni doy limosna alguna
así que no me finja
una entrega mental si no la siente.
Voy a darle lo mismo aunque me escupa odio
si ese odio me crece en las pupilas
y me vibra de asombro en el instinto.
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