Ocurre que no vale para nada
hacer la guerra con extraterrestres,
ahora precisamente que no puedo
despegar el olor a pólvora de mis manos
ni aunque me las lave con lejía.
hacer la guerra con extraterrestres,
ahora precisamente que no puedo
despegar el olor a pólvora de mis manos
ni aunque me las lave con lejía.
Y no es que me importe demasiado,
no me disgusta ese olor
ni el de la gasolina, ni el del pegamento
(¿Ya dije que soy rara?)
lo que sí me preocupa es cambiar de opinión
de un día para otro, lo que se dice
v e l e t e a r
así que no lo hago si no es
absolutamente imprescindible
(¿Ya dije que soy Tauro?)
Sucede que están lloviendo piedras y puñaladas
y no se me puede pedir
que me encierre en casita
y baje las persianas para que no me vean
y con suerte, me olviden.
Prefiero tatuarme en la mitad del pubis
el arrugado rostro de Mick Jagger
siempre desencajado
con su bestial sonrisa.
Sería igual de obsceno
pero, seguro, menos doloroso.
pero, seguro, menos doloroso.
Pasa que sigo siendo la misma.
Mi violencia
es una consecuencia de la ajena
que me estalla en los ojos.
es una consecuencia de la ajena
que me estalla en los ojos.
Qué más quisiera yo que hacer camino
sin el casus belli colgado,
repartiendo alegría serena a troche y moche,
pero eso no es posible,
siempre hay alguien
interesado en demostrar que eres
justo aquello que no serás jamás.
Craso error, por otro lado,
con lo fácil que sería matar
a una como yo,
indecente de fragilidad al descubierto.
Acaece que la serenidad no es algo
que se pueda comprar
ni se consigue por amiguismo
con cualquier dios recurrente.
Tampoco se encuentra por más que la busques
cuando la ira amenaza tragarte.
Se lleva dentro, se tiene o no se tiene,
como la violencia
y, como la violencia,
surge si se precisa.
¡Marchando una de serenidad!
¡Oído cocina!
y si hay suerte, puede que no interfiera
con el chute de adrenalina de un rato antes,
sin el casus belli colgado,
repartiendo alegría serena a troche y moche,
pero eso no es posible,
siempre hay alguien
interesado en demostrar que eres
justo aquello que no serás jamás.
Craso error, por otro lado,
con lo fácil que sería matar
a una como yo,
indecente de fragilidad al descubierto.
Acaece que la serenidad no es algo
que se pueda comprar
ni se consigue por amiguismo
con cualquier dios recurrente.
Tampoco se encuentra por más que la busques
cuando la ira amenaza tragarte.
Se lleva dentro, se tiene o no se tiene,
como la violencia
y, como la violencia,
surge si se precisa.
¡Marchando una de serenidad!
¡Oído cocina!
y si hay suerte, puede que no interfiera
con el chute de adrenalina de un rato antes,
en que el peligro,
te enseñó su patita por debajo de la puerta.
te enseñó su patita por debajo de la puerta.
En realidad, si no sales de fábrica
con el equilibrado en condiciones,
ya puedes clamar
que todo es un desierto para el grito.
No me puedo quejar,
voy y vengo por mí
sin odiarme demasiado.
Suele ocurrir con los modelos standar.
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