Estoy
aunque nadie me vea sin snorkel,
tan honda como un oscuro pecio vestido de madréporas,
y a veces roja
-en el impulso roja-
como un coágulo de sangre alada,
ciega de hiel y muda de reproches
que caen como alfileres sobre la piel desnuda.
De tanto duelo ajeno despeñado,
soy incapaz de hablar serenamente
y muestro indiferencia
ante los que especulan con mi nombre,
con mi verso,
con mi sombra.
Siempre me he muerto sola y despacito,
sin demasiado bombo ni boato
y estoy acostumbrada a componerme
de la misma manera silenciosa.
Un día de estos no me muero más,
a bote pronto dejo de morirme
y hasta de preocuparme por la muerte de otros,
y empiezo a acariciar muy suavemente
el círculo ventral de mi presente efímero.
Cada vez anochece más temprano
o yo tengo más sueño.
aunque nadie me vea sin snorkel,
tan honda como un oscuro pecio vestido de madréporas,
y a veces roja
-en el impulso roja-
como un coágulo de sangre alada,
ciega de hiel y muda de reproches
que caen como alfileres sobre la piel desnuda.
De tanto duelo ajeno despeñado,
soy incapaz de hablar serenamente
y muestro indiferencia
ante los que especulan con mi nombre,
con mi verso,
con mi sombra.
Siempre me he muerto sola y despacito,
sin demasiado bombo ni boato
y estoy acostumbrada a componerme
de la misma manera silenciosa.
Un día de estos no me muero más,
a bote pronto dejo de morirme
y hasta de preocuparme por la muerte de otros,
y empiezo a acariciar muy suavemente
el círculo ventral de mi presente efímero.
Cada vez anochece más temprano
o yo tengo más sueño.
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