Las mujeres pasamos media vida
hablando de los hombres que tuvimos
o de los que esperamos todavía
a fin de equivocarnos nuevamente.
Hay mucho de cinismo
en esa forma nuestra de reírnos las gracias,
como cuervas al cabo de la calle
que saben de antemano
lo que va a suceder con cualquier hombre,
porque el que no cojea del pie izquierdo,
lo hace del derecho
y al final todos fallan por la misma bisagra
o se quedan
a mitad de camino cumpliendo expectativas.
La mayoría vamos de exigentes,
de insobornables con la dignidad
y el amor propio siempre tan manido,
o exhibimos un dulce desencanto,
como una costra azul de suficiencia,
por ser tan avezadas como el resto,
sobre todo si son intelectuales
de las que dan por hecho
su gran capacidad para el análisis
de cualquier emoción por intensa que sea.
Cuando nos llega un hombre como tú
-incasillable-
y hay que replantearse los esquemas,
una deja de hablar de prototipos,
deja de columpiarse en la belleza al uso
y aprende a descubrirla a través
del aroma dulzón de cientos de cadáveres
melifluos, con forma de poemas.
Únicamente entonces, puede pedir la luna
con la seguridad de que la baja,
aunque sea a pedazos porque la dinamite,
y únicamente entonces
se olvida de exigir peras al olmo
porque lo tiene todo y está llena.
Hablar de ti no es fácil,
vas y vienes
desde el desgarro al luto de la letra
por la perfecta claridad del día,
y nadie como tú
puede estirar la mano que golpea
y tantear a ciegas la ternura
por la que terminé reconociéndote.
Un hombre como tú,
sólo puede incendiar a una mujer
para que se consuma en su propia palabra.
Y es eso,
justo eso
lo que hago.
hablando de los hombres que tuvimos
o de los que esperamos todavía
a fin de equivocarnos nuevamente.
Hay mucho de cinismo
en esa forma nuestra de reírnos las gracias,
como cuervas al cabo de la calle
que saben de antemano
lo que va a suceder con cualquier hombre,
porque el que no cojea del pie izquierdo,
lo hace del derecho
y al final todos fallan por la misma bisagra
o se quedan
a mitad de camino cumpliendo expectativas.
La mayoría vamos de exigentes,
de insobornables con la dignidad
y el amor propio siempre tan manido,
o exhibimos un dulce desencanto,
como una costra azul de suficiencia,
por ser tan avezadas como el resto,
sobre todo si son intelectuales
de las que dan por hecho
su gran capacidad para el análisis
de cualquier emoción por intensa que sea.
Cuando nos llega un hombre como tú
-incasillable-
y hay que replantearse los esquemas,
una deja de hablar de prototipos,
deja de columpiarse en la belleza al uso
y aprende a descubrirla a través
del aroma dulzón de cientos de cadáveres
melifluos, con forma de poemas.
Únicamente entonces, puede pedir la luna
con la seguridad de que la baja,
aunque sea a pedazos porque la dinamite,
y únicamente entonces
se olvida de exigir peras al olmo
porque lo tiene todo y está llena.
Hablar de ti no es fácil,
vas y vienes
desde el desgarro al luto de la letra
por la perfecta claridad del día,
y nadie como tú
puede estirar la mano que golpea
y tantear a ciegas la ternura
por la que terminé reconociéndote.
Un hombre como tú,
sólo puede incendiar a una mujer
para que se consuma en su propia palabra.
Y es eso,
justo eso
lo que hago.
Comentarios
Publicar un comentario