Te mudaste a mi piel desde el desierto
y encontraste la sombra transitoria
de un pájaro perdido en la memoria
para resucitarte de lo muerto.
Me mudé a tu piel en desconcierto,
al aura clandestina de tu historia,
desde mi libertad de trayectoria
con la imaginación al descubierto.
Y tanto dibujamos el retrato
de la fascinación, en concordato
contra la oscura esencia del destino,
que de páramo a páramo la piel
-nómada sobre el canto del papel-
a jirones quedóse en el camino.
y encontraste la sombra transitoria
de un pájaro perdido en la memoria
para resucitarte de lo muerto.
Me mudé a tu piel en desconcierto,
al aura clandestina de tu historia,
desde mi libertad de trayectoria
con la imaginación al descubierto.
Y tanto dibujamos el retrato
de la fascinación, en concordato
contra la oscura esencia del destino,
que de páramo a páramo la piel
-nómada sobre el canto del papel-
a jirones quedóse en el camino.
En tus versos la desolación del eterno amor peregrino.
ResponderEliminarQué bonito!!!
Cariños…
Y alguna mudanza que otra, Oriana.
EliminarMe alegra que te gustara.
Besos.
Siempre te digo lo mismo con los sonetos, MiMor, pero es lo que me gustaría que me dijeran a mí cuando hago uno:
ResponderEliminarQue está tan bien hilvanado en el fondo que la forma parece facilísima, pero un soneto es algo muy difícil de hacer, sobre todo de hacer bien.
Muy bueno este.
Un abrazo.
Me alegra verte, Arantzona, y que te gustara el soneto. Uno más, tú sabes.
EliminarA ver para cuando uno tuyo, que ya estás tardando de más, jodía.
Te abrazo, melocotón vasco.
Ciertamente preciosas todas las imágenes que ofrece este poema.
ResponderEliminarHa sido un placer leerte, Morgana.
Y gracias por seguirme.
Setefilla
Gracias a ti, Sete.
EliminarNos estamos leyendo.
Abrazote.
Redondo, como el buen amor.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Salud
Gracias por leer, aunque sea de soslayo (ríome).
EliminarUna sonrisa, de frente.
Salud.