La espiral áurea.

 
 
 
Hay una ley de vida cruel y exacta
que afirma que uno debe crecer
o pagar para seguir siendo el mismo.
(Norman Mailer)

Sólo los muertos ven el final de las guerras.
Yo vi el final de mi guerra.
¿Viviré de nuevo?
(Susanne Bier)
 
 


Donde él estuvo
no podrá estar nadie,
aunque nunca cruzara la frontera
de la exclusividad.

Me duelen sus silencios en el cuerpo,
su sequedad antigua de ortiga salitrosa,
pensar en él
como si de un combate se tratara
que va cumpliendo años impertérrito.

Odio la magnitud de la tragedia
que nos mantiene siempre separados
y eternamente juntos
y me odio a mí misma
por aumentar su dosis de desvelo
con todas mis violencias.

Odio que me recuerde
que alguna vez amé esperanzada
y que aún puedo amar sin excusarme,
como si no supiera que el amor
nace en la admiración
y jamás sobrevive a la amistad.

Dios mío,
qué no entiende este hombre ensimismado
en sus tercos dolores con nombres y apellidos,
de que yo ya estoy muerta
y enterrada
en mi propio vacío existencial,
en la curva perfecta de su espiral áurea.

Cómo explicarle hoy mi deserción
de cualquier realidad,
porque todas me son insuficientes
y en todas soy anónima.

Dónde nació la piedra que nos ocupa el alma
y la lengua
y los ojos.

Dónde se está muriendo, abotargada
carne de frenopático.

El tiempo es el estrago
donde el amor expira
mientras escribo cartas de renuncia
y pierdo la palabra.



Comentarios

  1. Me ha encantado tanto por toda la razón dicha.
    Besos

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  2. Escucha, Morgana, si me lo permites: si tuviera que hacer un comentario de tus poemas, tendría que hacer un comentario de texto, maravillándome a cada palabra, con cada construcción, con cada forma de decir las cosas, siempre tuya y diferente (blablablá, que mucha gente ya te habrá dicho lo mismo). Pero como aquí sólo cabe un mensaje pequeñito podría intentar resumir en una frase acertada lo que opino de tu poesía, y cómo no le quiero hacer injusticia, hablaré como hablo en mi vida -bastante mal- y te diré una patochada estúpida y sencillita: flipo con tus poemas, flipo desde que llegué aquí.
    ¡Un abrazo! ^_^
    Ah, por cierto, he leído esto: "Siendo hija de la Gaia más honda, nunca debí volar. Soy yo la que transgrede límites. No sé de qué me quejo". Mi opinión es sólo una de tantas y todo eso -y quizás no van por ahí los tiros-, pero, ¿sabes? Tal y como yo lo veo no hace falta creer en un dios de ésos para tener fe. Yo al menos no pienso renunciar.
    ¡Otro abrazo! ^_^

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te escucho, Jorge.
      Mira, yo me emociono cuando escribo, para bien o para mal, porque soy carne de papel, así que me alegra lo que me dices porque, al final, lo que se condensa en ese "flipo" es emoción, la tuya, y nada mejor puede pretender un escritor, un poeta.
      Yo tampoco soy demasiado correcta a la hora de hablar cotidianamente, ni siquiera lo soy a la hora de escribir, como habrás podido comprobar, así que yo te agradeceré que seas aquí tan natural como en tu casa.

      Fingimientos los justos que bastantes hay en la vida.

      Hablas de fe y yo tengo fe en poquísimas cosas y en menos personas. Con respecto al mundo te podría decir que mi fe era verde y se la comió un burro. (ríome).

      En dioses menores, tampoco creo. Por ahí no te pillo.
      Ser hija de Gaia es tener los pies en la tierra, precisamente.

      Tú no tienes edad de renunciar a nada, Jorge, absolutamente a nada. Ya vendrán los renunciamientos.

      Mi abrazo, loco.

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  3. Morgana ...entrega o que queres a energia e está te respondes ...um grande beijo Pedro Pugliese

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A veces no me entiendo ni yo, Pedro, ni sé de dónde me sale la potencia.

      Gracias por venir, brasileiro.

      Un beijo, grande.

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Antología Ultraversal. Poética del Arrebato. Edit. Libros en Red.

Antología Ultraversal. Poética del Arrebato. Edit. Libros en Red.
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¿Cuántas realidades hay?

¿Cuántas realidades hay?
Neuromante, emocionauta y hasta una broma digital llegado el caso, pero yo que le leo y le siento y me enfrío o me caliento sin posibilidad de escape ante su voz, digo que ahí hay un hombre único que crea realidad y se recrea a sí mismo en la palabra y se define entre lo abstracto y lo concreto y ocurre en mí de la misma forma en que yo puedo ocurrir en él, con la fugacidad de una brutal quemadura que al enfriarse deja una cicatriz indeleble en la piel.La palabra crea la emoción y la emoción es la realidad más pura, más intensa, más exacta del hombre, la que mueve el mundo para bien y para mal.No hay nada que no se pueda expresar cuando se siente, porque, incluso si se tratara de un mero ejercicio intelectual de un autor talentoso, desde el momento mismo de escribirlo está creando la tensión que lo hace real para el que lo recibe y siente al recibirlo. Lo único que podría matar su extrema realidad, sería su silencio.

Nautas

Akhenazi. Espacio a tu costado.