Un día desesperado
empieza y otro termina.
Tú no paras de moverte
por los cauces de la vida,
hiperquinético afán
de controlar la deriva
de una mente solitaria
por más que esté en compañía.
Tú te bastas y te sobras,
cuando la palabra afilas,
para darme lo que ansío
en cada golpe de tinta.
No sé qué me gusta más
de tu paso por mi esquina,
si los pecados mortales
del varón renacentista
o la ternura venial
que escondes tras la sonrisa.
Nadie como yo conoce
lo que a tu impulso motiva,
la épica de tu aliento
de soldado, la aguerrida
manera de apoderarte
del latido de mis días.
Un Rosacruz, un Templario
y un espartano suicida,
con la estrella de David
en tu pecho se dan cita,
y no sé lo que me gusta
cuando a los ojos me miran,
si el mantra que me relaja
o la droga que me excita.
Si sé que sólo en tu boca
tan moderna como antigua
-leopardo de cristal-
la hembra se me amotina.
empieza y otro termina.
Tú no paras de moverte
por los cauces de la vida,
hiperquinético afán
de controlar la deriva
de una mente solitaria
por más que esté en compañía.
Tú te bastas y te sobras,
cuando la palabra afilas,
para darme lo que ansío
en cada golpe de tinta.
No sé qué me gusta más
de tu paso por mi esquina,
si los pecados mortales
del varón renacentista
o la ternura venial
que escondes tras la sonrisa.
Nadie como yo conoce
lo que a tu impulso motiva,
la épica de tu aliento
de soldado, la aguerrida
manera de apoderarte
del latido de mis días.
Un Rosacruz, un Templario
y un espartano suicida,
con la estrella de David
en tu pecho se dan cita,
y no sé lo que me gusta
cuando a los ojos me miran,
si el mantra que me relaja
o la droga que me excita.
Si sé que sólo en tu boca
tan moderna como antigua
-leopardo de cristal-
la hembra se me amotina.
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