Me quiere poner un nombre.

Me habla de ser valiente
como si toda hidalguía
se hallara en la poesía
del amante complaciente.
Como si el verso inclemente
fuera siempre el sobrancero
en medio del avispero
que es la vida para el hombre.
Me quiere poner un nombre
y yo su nombre no quiero.

¿No es valiente el torturado
al que doblega el dolor
y a hierro aniquilador
de dignidad es marcado.?
¿No es valiente el lastrado
por la indiferencia ajena
que no rompe la cadena
que lo tiene sometido
como un animal herido
que arrastra su gris condena?.

El que sufre de injusticia
y le han matado la infancia
a golpe de circunstancia
sin una mala caricia.
El que por simple codicia
es abusado y trabaja
sin un as en la baraja
por mantener su familia
en agobiante vigilia
¿Ese es agua de borraja?

El vencido, el derrotado
por la férula del hambre
que ya ni siente el calambre
de furia alguna, el frustrado,
el enfermo adocenado
sin asistencia en el guetto,
el sucio, el analfabeto,
el drogadicto, el borracho,
el que es parte del vulgacho.
¿Es cobarde por decreto?

¿De qué valientes me habla,
de qué consagrados vates,
de qué épicos combates
de qué ley a rajatabla?.
Retórica que endiabla
mi básica convicción
sin más consideración
que el tópico remanido.
Absurdo contrasentido
que no admite absolución.

¿En qué mundo de marfil
vive usted con tanto amor
que hasta aquí llega el olor
de decrepitud senil?.
Con qué mente borreguil
analiza usted la vida
que le mira arrepentida
de tanta grandilocuencia.

Usted y su coherencia
de barriga agradecida.