No me sacas de mí desprevenida
y ya no sé si quiero que lo hagas.
El tiempo se dilata en las aciagas
samsaras de una herida
tan desapercibida
como un poema en prosa o un latido
al sur de la desgana que aterido
grita desde un interno almuecín.
Le sajo las arterias al esplín
y sobrevienes tú en su quejido.
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