Te hice caso.
Ya vi, ya vomité, ya me sentí terriblemente desazonada y triste y airada. No es tampoco la primera vez que me siento así, ni será la última. Quizás si no te hubiera conocido me habria librado de unas cuantas, pero no por eso dejaría de existir el mal en el mundo, porque justo eso es el puritito mal, en contraposición con lo poco de amoroso, lo menos de altruista, y lo menos aún de honorable con que nos conformamos para catalogar el bien.
La balanza está absolutamente desequilibrada y asi nos va.
Hace mucho que abrí los ojos y te entendí, y te supe, y fui más allá de cuanto tú pudieras contarme, porque algo en tí te llevó, siempre, a protegerme de algún modo.
Siempre supe que no hay justificación que sostenga la barbarie del hombre. No importa lo que inventen. Y tú lo sabes, tú mejor que nadie lo sabes, como sabes que no hay Patria ni diplomacia que salve al inocente de una muerte cruel, repulsivamente dantesca, inenarrable salvo por alguna boca como la tuya, cuando se desata el sadismo y el hombre se cree un diosito con un arma en la mano y la guerra por delante.
¿Qué es una guerra sino un nombre que garantiza la impunidad en la matanza?.
Lo que llamamos civilización -que no es más que avance técnico, porque a nivel espiritual caminamos de espaldas- consiguió reprimir muchas manifestaciones de instinto atávico, pero no la crueldad, que sigue manifestándose en el hombre con mayor sadismo, si cabe, y con un desprecio absoluto por la vida ajena.
Mientras Harrison se perdía en los Balcanes a la caza de otro Pulitzer, soñando con un futuro de flores de invernadero, tú te perdías pegando tiros, sin soñar, allí y en cualquier otro lugar del mundo que no se llame Fidjis, y yo ejercía de ejecutiva agresiva, igual que ahora escribo poemas y lavo cortinas, perdida en mi propia impotencia final. Eso sí, con los ojos tan abiertos como los tuyos y la conciencia tan sucia, porque de eso, no hay amor que nos libre. ¿O sí?.
Algún día, quizás, ese algún día que no existe (en lo efímero dices tú) por más que lo repitamos, el amor equilibre el imperio del mal.
Igual, no lo verán mis ojos.
Diciembre, casi 2012.
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