Sobre el Diario somalí de Gavrí Akhenazi (lamaldadaparente.blogspot.com) en Ultraversal.
Yo no me siento culpable de absolutamente nada y no creo que haya en el mundo ni letargo ni indiferencia al respecto. Nunca hemos sabido más de hecatombres y hambrunas de lo que sabemos ahora a nivel civil, así que los gobiernos están al cabo de la calle de todo y lo asumen, cuando no lo programan, porque este tipo de exterminios, llegados a un punto de inevitabilidad por razones de odio étnico, no interesan a nadie, no hay beneficio salvo para el tráfico de armas viejas y nuevas, y el mercado negro que se crece a costa de la ayuda humanitaria que pueda llegar.
El altruismo a nivel gubernamental no existe, siempre existe un interés en la ayuda real que pueda proporcionarse, económico o de imposición de ideas religiosas, o de lo que sea. Fanatismos todos por la supremacía en cualquier sentido.
No hay letargo ni indiferencia, hay dejadez progamada, porque los grandes medios se utilizan en sojuzgar pueblos a los que sacar un rendimiento económico, y ahí no importa el dinero que pueda derrocharse no sólo en acciones bélicas millonarias, sino en la mediatización de la información que convierta lo blanco en negro a ojos del currito de a pie que lee prensa y ve TV y ejerce el voto en las seudodemocracias que abanderan el poder económico en el mundo y las mantiene con sus impuestos y su trabajo, hipotecándose hasta el alma.
Todo lo que pueda tener el hombre de bueno, por sí mismo, desaparece cuando forma parte de esta puta sociedad de plástico y acero, donde actuamos como una jauría a la que lavan el cerebro desde cuarenta dogmas diferentes enfrentados.
Y eso, justo eso, es lo que me hace ver a mí el testimonio de un hombre que sólo se plantea salvar lo que tiene alrededor y salvarse, porque no puede ir más allá y sabe que los ideales están todos perdidos, salvo el esencial de cuatro locos suicidas de los que forma parte y que se van quedando en los caminos de todos los paises masacrados del mundo, sin pena ni gloria.
Y resalta en el relato cotidiano, la convicción íntima del individuo, de hacer lo que se tiene que hacer, al margen de cualquier otra componenda de tipo político, así eso que se tiene que hacer derive en algo tan ilógico como aumentar el número de muertos en lugar de bajar los índices de mortandad con una ayuda utópica, y sobresalga como una sombra negra la absoluta inutilidad de cualquier acción.
A veces pienso, que los que van en estas condiciones a salvar al prójimo, sabiendo que para salvar uno tienen que matar cuatro y que a su alrededor se producen más muertes de las que pueden evitar por la codicia que engendran sobre el terreno, los que van, digo, van a salvarse a sí mismos, por razones que sólo pertenecen a la más honda privacidad de cada quien.
Yo admiro profundamente, tu capacidad testimonial, Gabriel, tu descarne en la letra, tu ojo que muestra la realidad sin apósitos partidistas, ni componendas literarias. Respeto tus razones para hacer lo que haces y hacerlo bien, como tiene que hacerse.
Lejos de mí la piedad, sin embargo, para entender estas situaciones a nivel global, te diré que eres tú, a nivel personal quien me ha abierto los ojos a todo lo que he dicho antes. Tú, quien ha sido mi revulsivo para constatar la inutilidad de lo que nos venden como "ayuda humanitaria" que termina ayudando a todos menos al sufriente.
Tú, a lo largo de muchas experiencias, de muchos relatos, de muchas crónicas. No es algo del inmediato presente, que haya visto por tus ojos la retaguardia, a veces heroica, del horror.
Y es lo que hay...
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