Estoy tan acostumbrada
a que me inventen motivos,
leyendas en arameo
grabadas en petroglifos,
que sólo yo sé lo errada
que está la gente en sus juicios.
Yo no te juzgo, no juzgues
mis dientes por tus colmillos
ni mis verdes por tus negros
ni tu sed por mi capricho,
no me quites el aliento
ni claves alfileritos
en mis ojos cuando miran
los tuyos de precipicio
que si mi letra es navaja,
la tuya es puro cuchillo
y si me matas te mato
y si me olvidas te olvido,
que los dos somos capaces
de cerrar la puerta al mito
arrancándonos las uñas
para sojuzgar el grito
y aquí paz y después gloria
porque aquí nos conocimos.
Estás aquí porque estás
eligiendo mi cilicio
aunque tengas veinte puertas
con el umbral expedito
y en lugar de vino amargo
te den dulzores de vino
y te ofrezcan los placeres
que se otorgan a un caudillo.
Estás porque estás de vuelta
del polvo de mil caminos.
Y estoy aquí porque estoy
escupiéndole al destino
a pura cara de perro
ladrándole en el hocico,
retorciéndole la mano
con que me inflige castigo
y se me queda pequeño
todo el aire que respiro.
Mi boca no tiene hambre
salvo cuando está contigo.
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a que me inventen motivos,
leyendas en arameo
grabadas en petroglifos,
que sólo yo sé lo errada
que está la gente en sus juicios.
Yo no te juzgo, no juzgues
mis dientes por tus colmillos
ni mis verdes por tus negros
ni tu sed por mi capricho,
no me quites el aliento
ni claves alfileritos
en mis ojos cuando miran
los tuyos de precipicio
que si mi letra es navaja,
la tuya es puro cuchillo
y si me matas te mato
y si me olvidas te olvido,
que los dos somos capaces
de cerrar la puerta al mito
arrancándonos las uñas
para sojuzgar el grito
y aquí paz y después gloria
porque aquí nos conocimos.
Estás aquí porque estás
eligiendo mi cilicio
aunque tengas veinte puertas
con el umbral expedito
y en lugar de vino amargo
te den dulzores de vino
y te ofrezcan los placeres
que se otorgan a un caudillo.
Estás porque estás de vuelta
del polvo de mil caminos.
Y estoy aquí porque estoy
escupiéndole al destino
a pura cara de perro
ladrándole en el hocico,
retorciéndole la mano
con que me inflige castigo
y se me queda pequeño
todo el aire que respiro.
Mi boca no tiene hambre
salvo cuando está contigo.
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