pero es aquí y ahora que te mira de frente
la que no va a dejarte en la piel cicatrices
la que mata sin balas y entre balas se crece.
Todos tus tatuajes tienen rostros reales
y razones reales para pertenecerte.
¿Dónde tatuarás la médula del asco
que nos une en el aire del asco que nos hiere?
¿En el alma, quizás, allí donde no llega
la carne a hacerse carne ni la sangre a perderse?
¿En qué silencio hermético enterrarás mi boca
que te empuja a una guerra sin victoria aparente,
sin botín, sin futuro, sin descanso guerrero,
sin condecoraciones para una buena muerte?
Se mutan los conceptos y expones la memoria
al riesgo más extraño, más salvaje, más fuerte,
el que trasciende al hombre como emoción escrita
y no se contamina, ni corrompe, ni pierde.
Por eso es peligrosa la vida que no es vida,
la cara de la luna que oculta al combatiente
que en Cibernia, también, el amor es un cactus
de espinas implacables que en los versos florece.
Cada uno su riesgo, tú lo corres a solas
desubicado o no, con los ojos creyentes
del instinto animal, del corazón pulsante
como un corcel sin bridas en medio de las sienes.
Sólo rima en romance para un virtual Anteo,
para un hombre sin reglas de códigos crueles.
Sólo un romance heroico al antihéroe amargo
que te dé la medida de cómo me aconteces.
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