Me acusan de abierta indiferencia, pero estoy llena de puertas cerradas a las que nadie llamará y soy una especie de regalo envenenado que se mira de lejos, con un cierto deseo, pero no se desenvuelve jamás por miedo a que te estalle ante los ojos.
Ante los míos, se curan en salud.
Ni yo me quito el lazo de seda luctuosa, por si detona el asco.
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