Ávalon se está perdiendo en compulsiones atávicas
en rencor descafeinado, en turbulencias erráticas.
Está esgrimiendo carnaza como arma arrojadiza
y se afilan los puñales
en el baile de cristales
de la letra fronteriza.
Arturos de medio pelo, convalecientes sidáticos
y diosas sin escalpelo, dulces divas de sus áticos,
se exhiben en las vitrinas del sótano de los celos
a salvo de sus mordidas
jugando con las heridas
como plásticos señuelos.
Y estoy naciendo al hastío del hormiguero virásico,
tanto verso sin empuje, tanto delirio parnásico
que me acaricia la cara con el verbo de la piedra,
tanto tira...tira tanto
que estoy curada de espanto
aunque el espanto no medra.
No se vende, ni se alquila, ni se abate por escándalo
ni por derribo derriban sus torres de verde sándalo
mientras exista mi nombre convocando su tormenta:
centinela mal pagada
soy Ávalon y mi espada
no duda cuando regenta.
Blanca y última Señora del Señor de los Vandálicos,
afilada seductora de desvaríos metálicos,
evidencia desflorada, Ginebra de altiva luna,
¡Mírame! ¿Me estás mirando?
Mi mano de negro mando
es la que mece la cuna.
en rencor descafeinado, en turbulencias erráticas.
Está esgrimiendo carnaza como arma arrojadiza
y se afilan los puñales
en el baile de cristales
de la letra fronteriza.
Arturos de medio pelo, convalecientes sidáticos
y diosas sin escalpelo, dulces divas de sus áticos,
se exhiben en las vitrinas del sótano de los celos
a salvo de sus mordidas
jugando con las heridas
como plásticos señuelos.
Y estoy naciendo al hastío del hormiguero virásico,
tanto verso sin empuje, tanto delirio parnásico
que me acaricia la cara con el verbo de la piedra,
tanto tira...tira tanto
que estoy curada de espanto
aunque el espanto no medra.
No se vende, ni se alquila, ni se abate por escándalo
ni por derribo derriban sus torres de verde sándalo
mientras exista mi nombre convocando su tormenta:
centinela mal pagada
soy Ávalon y mi espada
no duda cuando regenta.
Blanca y última Señora del Señor de los Vandálicos,
afilada seductora de desvaríos metálicos,
evidencia desflorada, Ginebra de altiva luna,
¡Mírame! ¿Me estás mirando?
Mi mano de negro mando
es la que mece la cuna.
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