Dicen que el amor es ciego.
Yo debo ser la excepción que confirma la regla.
Hace demasiado tiempo que sólo me ciega mi propia indiferencia.
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Su camino hasta mí siempre pasa por abruptos silencios y en veinticuatro horas crece la hierba en él.
Se entretuvo en un cruce y sigue vivo.
Sólo mató al mensajero.
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Cuando no tiene nada que decir es tan anómalo como cuando dice, porque es de los que resisten la tentación de hablar.
Entonces va y le pone imágenes al silencio.
Y canta.
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