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Si el chacal de la albada no llegara
para roer los huesos
de cada noche, ni me amenazara
con enterrar tus besos
en la fosa de su inmisericordia,
si tanta claridad por las arterias
del aire, no sajara de discordia
la piadosa penumbra,
no la odiaría tanto.
De amaranto
la impudicia del alba en mis histerias.
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