Venías de un Cleveland inventado
para que sonara exótico en mis oidos.
Traías cuatro o cinco manos vacías
y los ojos no dejaban salir por sus rendijas
los sueños que bailaban blues,
escapistas tristes atrapados
en un enarcamiento de cejas
de expresión siempre asombrada.
Moreno y claro
sin poder abrir con tu neón
mi caparazón de molusco metalizado.
Todavía recuerdo el clíper veloz
de tu ansiedad mercante
con las velas desplegadas a mi viento.
Lo más exótico de tí
eran las excrecencias en forma de teléfono
de tus orejas.
No recuerdo tu boca.
para que sonara exótico en mis oidos.
Traías cuatro o cinco manos vacías
y los ojos no dejaban salir por sus rendijas
los sueños que bailaban blues,
escapistas tristes atrapados
en un enarcamiento de cejas
de expresión siempre asombrada.
Moreno y claro
sin poder abrir con tu neón
mi caparazón de molusco metalizado.
Todavía recuerdo el clíper veloz
de tu ansiedad mercante
con las velas desplegadas a mi viento.
Lo más exótico de tí
eran las excrecencias en forma de teléfono
de tus orejas.
No recuerdo tu boca.
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