Como un tajo certero en la mirada
pasó un año erizado tenso
como un resorte félido
que salta incontrolable
de la boca al vacío.
El mundo se hizo lengua en mis pupilas
de desquiciado
taumatropo virtual.
Nunca fui más mujer
y sin embargo
jamás fui más consciente
de la fragilidad de mi palabra
inútil
para alcanzar la tierra prometida
cuando tan sólo existe
en tu imaginación.
Todo es circunstancial, evolutivo,
y aún así,
inmutable, impenetrable
como el rostro dañino del amor
cuando te ignora.
Un año más me muerde en los talones,
me grita por la espalda,
me succiona
y yo me dejo hacer
-sin preguntas que no tendrán respuesta-
con los ojos cerrados al futuro.
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