Me asomo a tí, balcón del infortunio
y expando la mirada por tu horizonte rojo,
lienzo de ardidos gules, trampantojo,
para engañar la médula de una noche de Junio.
¿Dónde el enojo, dónde el cobijo de trincheras?
Debajo de mi piel late un soldado
empecinado en mil herméticas banderas,
una por cada herida en su costado.
Existe un porvenir lleno de amputaciones,
para el dolor no hay olvido incruento,
mi penumbra es mujer, mis colmillos varones,
ambiguo el testimonio lanzado contra el viento.
Nubes de marihuana, terciopelo
colmando el sentimiento de lucidez riente,
subterráneas ventanas para el duelo,
arcángeles gloriosos de esclarecida mente.
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