Es complicado esto de la poesía y más en algunas ocasiones en que al escribir no estoy intentando plasmar un sentimiento abstracto o una emoción con metáforas e imágenes más o menos brillantes y me estoy limitando, a pensar en voz alta, cosa a la que tiendo cada vez más, irremisiblemente, quizás porque me agotan los grandes temas. El peligro que se corre es el de convertirse en cronista de lo que ocurre en tus aledaños y que te golpea con más o menos fuerza, sin un atisbo filosófico que universalice, sustentando, aquello de lo que intentas dejar constancia. No es la primera vez que me pregunto, cuando releo un poema recién escrito, ¿Y esto qué le puede importar a nadie? ¿Qué le puede aportar? y la pregunta se queda colgando en el aire sin respuesta.
Supongo que uno va dejando trozos de sí mismo, con más o menos fortuna, más o menos impúdicamente, que sólo valen para aclarar o deformar la imagen que los demás puedan tener de tí. Cosa que tampoco me importa. Al final ese es un riesgo que corremos todos.
Sigo pensando en voz alta porque alguien me habló, de su incapacidad para decirme lo que realmente pensaba o le sugería un poema determinado, ya que aumentaría el peso de la imagen que tienen todos formada de mí, que me explicó con lujo de detalles y que yo resumo, quedándome corta, en "guerrera mítica" (cosa que me parte en dos de risa) como si una no se hubiera ganado la imagen que tiene....derrota a derrota y no fuera poéticamente una simple mujer de barro y furia, que es además la única verdad, la mía.
Está claro que un grano no hace granero pero ayuda al compañero, así que la imagen que pueda dar a los demás, me la he ganado a pulso de errores y algún acierto que otro. Los que realmente leemos a los demás con dedicación y mente amplia, no solemos equivocarnos.
No hay tanta ingenuidad como parece entre quienes nos llamamos poetas, es más, yo diría que no hay ninguna ingenuidad y los sambenitos que te cuelgan, si no tienen fundamento, se caen en el albero letrálico antes o después.
Cada uno arrastra sus propias púrpuras. Las mías no son excepción, pesan y traban el paso...pero no tapan la desnuda realidad de mis letras.
Supongo que uno va dejando trozos de sí mismo, con más o menos fortuna, más o menos impúdicamente, que sólo valen para aclarar o deformar la imagen que los demás puedan tener de tí. Cosa que tampoco me importa. Al final ese es un riesgo que corremos todos.
Sigo pensando en voz alta porque alguien me habló, de su incapacidad para decirme lo que realmente pensaba o le sugería un poema determinado, ya que aumentaría el peso de la imagen que tienen todos formada de mí, que me explicó con lujo de detalles y que yo resumo, quedándome corta, en "guerrera mítica" (cosa que me parte en dos de risa) como si una no se hubiera ganado la imagen que tiene....derrota a derrota y no fuera poéticamente una simple mujer de barro y furia, que es además la única verdad, la mía.
Está claro que un grano no hace granero pero ayuda al compañero, así que la imagen que pueda dar a los demás, me la he ganado a pulso de errores y algún acierto que otro. Los que realmente leemos a los demás con dedicación y mente amplia, no solemos equivocarnos.
No hay tanta ingenuidad como parece entre quienes nos llamamos poetas, es más, yo diría que no hay ninguna ingenuidad y los sambenitos que te cuelgan, si no tienen fundamento, se caen en el albero letrálico antes o después.
Cada uno arrastra sus propias púrpuras. Las mías no son excepción, pesan y traban el paso...pero no tapan la desnuda realidad de mis letras.
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