Tú no llegas a ser naranjo abierto
en medio de este páramo,
ni hoguera crepitando su sollozo
de aromas de azahar.
Tú llegas muerto
con tu maleta llena de vaivenes
y crees que me regalas primavera
por extender la colcha de las flores
sobre el lecho de piedra,
de gastadas excusas.
Repites que estás vivo,
que no te fuiste nunca
( no me he ido)
y eres un frágil zombi en mi memoria,
silbido entre los dientes de un mal tiempo,
un pliegue del olvido.
Yo niego tus dos manos sin raices,
como niego tu nombre de enramada,
carcelario y portátil
como todo lo inútil.
Qué muerto estás, qué muerto y enterrado,
cada vez que te escribo
cascabeles rodantes
que cantan sobre el mármol de tu tumba.
Es Marzo. Me regreso,
a mi propia inclemencia.
Ya llega Aldebarán
con su penumbra viva
y he de encender las velas del insomnio.
Mañana
caminaré debajo de sus nubes.
(No hará falta mirarlas
para saber que existen).
en medio de este páramo,
ni hoguera crepitando su sollozo
de aromas de azahar.
Tú llegas muerto
con tu maleta llena de vaivenes
y crees que me regalas primavera
por extender la colcha de las flores
sobre el lecho de piedra,
de gastadas excusas.
Repites que estás vivo,
que no te fuiste nunca
( no me he ido)
y eres un frágil zombi en mi memoria,
silbido entre los dientes de un mal tiempo,
un pliegue del olvido.
Yo niego tus dos manos sin raices,
como niego tu nombre de enramada,
carcelario y portátil
como todo lo inútil.
Qué muerto estás, qué muerto y enterrado,
cada vez que te escribo
cascabeles rodantes
que cantan sobre el mármol de tu tumba.
Es Marzo. Me regreso,
a mi propia inclemencia.
Ya llega Aldebarán
con su penumbra viva
y he de encender las velas del insomnio.
Mañana
caminaré debajo de sus nubes.
(No hará falta mirarlas
para saber que existen).
Comentarios
Publicar un comentario