Bajo la luz exigua de una tarde de invierno
y por la nervadura de una estrofa,
me dejaba caer a lo largo de un día
lleno de insinuaciones a mi margen.
Intenté un simulacro de poema,
un vestigio de mí hecho de polvo,
de rendición textual no meditada,
de indiferencia activa,
y resultó un escándalo de viento
contra el vidrio del alma
que amenazaba con partirse en dos
ante mi asombro.
La sangre se detiene en el olmo desnudo
mientras la dulce Elsa lo desmembra
con sus broncos bramidos guturales.
Todo el hueco del mar ruge en el río
cuando la lluvia explota su líquida potencia.
El mundo es una bestia desatada
y yo una bacteria de corazón oscuro
que resucita muertos en el aire,
y pájaros abiertos a la música.
Una simple bacteria que ahora siente todo
como el falso ritual prenavideño
en que muta la vida cuando rompe el amor
su largo trazo de certeza pétrea.
Llega la niebla con sus venas pálidas
rezumando ceguera por los ojos
y reinicia el feroz ceremonial del caos.
Dejo la lengua quieta y en vigilia
mientras afilo, cauta,
el lápiz negro de los desencuentros,
el imparable.
Comentarios
Publicar un comentario