Eres como la sed que se derrama
sobre la roca viva de la ausencia.
La sed intemporal con que se ama
lo que no puedes ver y que proclama
su condición de oscura arborescencia.
Esa maldita sed por lo ignorado,
atávica, ancestral, honda, venérea,
que se enrosca en la soga del ahorcado
y es estigma de sal en el costado
de la pasión morbosa y deletérea.
Quién matará tu sed, quién diluviana
te llenará de luces la pupila
y el pecho de arroyuelos, quién galana,
empapará el cristal de tu ventana
con lluvia de profética sibila.
Quién, que no seré yo, será mañana.
Comentarios
Publicar un comentario