Morgana piensa en Arturo
Arturo piensa en Morgana
y el aire se vuelve impuro.
Se ha podrido la manzana.
(De leyendas artúricas. MdP)
Pídeme que me alce como un resucitado
del féretro de luz en que me has puesto
manipulando al dios de los druidas
entre mis piernas trágicas
o que levite, azul el cuerpo místico,
sin que tu gravedad me aplaste contra el suelo
y etérea me dirija de puntillas
hacia el nuevo cadalso desde el que me contemplas
como si no me hubieras visto nunca
ni nunca hayas sabido de mi nombre.
Pídeme la esperanza
y el grito amordazado de mi último silencio,
la tormenta del alma, el raciocinio,
pídeme lo que quieras,
el cetro, la corona, el trono de Avalon,
pero óyelo bien, ni se te ocurra
ponerte frente a mí
con la eterna erección de Excalibur
rozándome las nalgas,
porque voy a colgarme la cruz de tu mirada
del cuello incestuoso
para no olvidar nunca lo culpable
que se puede sentir un héroe legendario.
(No me jodas, Arturo, que la bruja soy yo,
y se me queda chico Camelot
con tanta comadre maledicente
asomada al balcón de mi infortunio).
Siempre hay una Ginebra para un ebrio,
que llevarse a la boca.
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