Me va a tragar un día
en que yo no le oponga resistencia
porque me venza el sueño de soñarle
y piense que su estómago es el mítico
jardín de las Hespérides
donde brotan las flores del insomnio
junto a las del olvido
y fosforecen larvas como lágrimas
húmedas de penumbra en sus frondosidades
que susurran su nombre de anestésico dulce.
A mi lado se estira, cada noche,
midiendo mi esqueleto con la mirada hipnótica
de un animal de láudano
y me habla del mundo y de la muerte
con una horda de palabras negras
que me hacen salir de la crisálida,
todo a mi alrededor razones muertas
que caen desde la altura de su frente.
Ya ni siquiera pienso en salir de la fila
con el arsénico de las levitaciones
ni en respirar venéficas ausencias,
porque crece imparable a mi costado
y es la maldita boa constrictora
que va a tragarme entera
en cuanto sobrepase mi tamaño.
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