Ha de ponerse el mundo por montera
todo lo que de audaz tiene lo escrito,
como un Kilimanjaro fortuito
alzarse en la bucólica pradera.
Ha de reconfortar si me autoedito
a veinte batallones sin bandera,
y en un golpe de estado a la quimera
reconquistar el verso del delito.
La fuerza de mi voz como estandarte
del placer violento que en el arte
poético es disparo que retumba.
Pero me temo que, en contraofensiva,
el aplauso del mundo será ojiva
de asombro a detonar sobre mi tumba.
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