Estamos tú y yo frente al poema
como un verdugo que latiga el alma,
la espuela en los ijares de la mente
que galopa al gemido de la máscara.
Aunque le pongas música a la noche
y a la imagen de libre dentellada,
inequívocamente nos miramos
como dos enemigos sin palabras
que copulan mentiras violentas
y verdades hirientes como dagas.
Ni descansas en mí ni yo recuesto
la sed en tu pupila de aire y agua,
pero un júbilo extraño te recorre
cuando mi lengua arisca se desata
sobre tu adusta boca de soldado,
impúdica de sangre si me habla.
Escándalo tu verbo proxeneta
para mi puta voz desarraigada.
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