Y para qué nos vamos a engañar
si a pesar de las alas
solemos caminar con pies de plomo
porque sabemos
que el peligro no está en la palabra expuesta
ni en la murmuración que la leyenda amplía
y desfigura rostros imposibles y tensos
tras la verdad oculta por la máscara.
El peligro es abrir las ignoradas puertas
que cada cual mantiene bajo llave
con el afán ingenuo de enterrar los errores
en tierra olvidadiza,
como si la mudez
los desapareciera.
Tú me susurras selvas
yo glaciares
y ambos nos miramos a las letras
como si fueran ojos
-sin bajar la mirada
sin acusar los golpes-
con la fiera fijeza de los carnívoros
que se miden los dientes y el talento.
Si he de morirme un día en la palabra
que rompe tus cerrojos
no dudaré en llevarme por delante
tu épica soberbia.
Seguro que serás un muerto hermoso.
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