Cuando me empiece a hundir, recuerda lo que he sido
durante el largo tiempo en que corrí descalza
por todas tus aceras, cotizándome al alza
en el mercado libre del deseo prohibido.
Si ves que no te veo, que caigo en el descuido
y maquillo mis labios con el dolor que ensalza
la lengua del silencio y a oscuras se realza
y ocupa el ojo ciego como si fuera olvido.
Si preciso escapar huyendo de mí misma,
por no reconocer que soy mi propio cisma
y el aire entre los dos deja de echar raíces,
será sólo un error de cálculo desnudo,
un fragor, un alud, un dardo puntiagudo,
clavado en la certeza de los días felices.
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