Reconozco a un verdugo por su cara de miedo:
la mirada huidiza, la boca balbuciente.
Lleva marcada a fuego su cruz en plena frente
y todos, sin distingos, rezan el mismo credo.
Tengo un verdugo cerca, afable y educado,
que cuando cierra puertas es un depredador:
un hombre muy pequeño, sólo un maltratador
de los muchos que abundan en el amplio mercado.
Ha contagiado el miedo al amor de su vida:
amor, amor —musita— cuando el viento golpea
y cada noche implica un nuevo cardenal.
Esa mujer miraba tras cada acometida
con unos ojos mansos de perra sin correa
aferrada al verdugo. Hoy fue su funeral.
la mirada huidiza, la boca balbuciente.
Lleva marcada a fuego su cruz en plena frente
y todos, sin distingos, rezan el mismo credo.
Tengo un verdugo cerca, afable y educado,
que cuando cierra puertas es un depredador:
un hombre muy pequeño, sólo un maltratador
de los muchos que abundan en el amplio mercado.
Ha contagiado el miedo al amor de su vida:
amor, amor —musita— cuando el viento golpea
y cada noche implica un nuevo cardenal.
Esa mujer miraba tras cada acometida
con unos ojos mansos de perra sin correa
aferrada al verdugo. Hoy fue su funeral.
I
Morbicia era la presa codiciada
por mutantes de todos los tamaños,
ingenua y seductora, con los años
fue carne de cañón acobardada.
Hurí del Paraíso emancipada,
bajó de cuatro en cuatro los peldaños
de la escalera al sótano de engaños,
donde su juventud fue lapidada.
Morbicia, como tantas, correntina
se entregaba al amor con la bovina
sumisión al pastor de mano dura.
Y frágilmente en una dura mano,
se hizo añicos de cristal humano.
Morbicia no entendía de amargura.
por mutantes de todos los tamaños,
ingenua y seductora, con los años
fue carne de cañón acobardada.
Hurí del Paraíso emancipada,
bajó de cuatro en cuatro los peldaños
de la escalera al sótano de engaños,
donde su juventud fue lapidada.
Morbicia, como tantas, correntina
se entregaba al amor con la bovina
sumisión al pastor de mano dura.
Y frágilmente en una dura mano,
se hizo añicos de cristal humano.
Morbicia no entendía de amargura.
II
De muerte natural dicen que ha muerto,
como si fuera natural la saña
con que le hirieron, los de su calaña,
el alma del dolor a pecho abierto.
De ira un pedregal, de furia un huerto
con carnívoras plantas en la entraña,
un erial maligno de cizaña
que trepó por su cuerpo al descubierto.
Los hombres como él, sudan rencores,
con hediondas manos de alcanfores
y el miedo agazapado en la mirada.
Cubriendo frustraciones con maltratos,
se disfrazan de tigres y son gatos
baldíos como pólvora mojada.
como si fuera natural la saña
con que le hirieron, los de su calaña,
el alma del dolor a pecho abierto.
De ira un pedregal, de furia un huerto
con carnívoras plantas en la entraña,
un erial maligno de cizaña
que trepó por su cuerpo al descubierto.
Los hombres como él, sudan rencores,
con hediondas manos de alcanfores
y el miedo agazapado en la mirada.
Cubriendo frustraciones con maltratos,
se disfrazan de tigres y son gatos
baldíos como pólvora mojada.
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